31 marzo 2008

Soy un feliz infeliz

Copio y pego un post que me ha llamado la atención, del blog de una amiga de la facultad.

Elogio de la melancolía

Numerosos expertos reivindican el papel saludable de la tristeza frente a la nueva obsesión por buscar la felicidad

NUEVA YORK.- Prohibido estar triste. La busca de la felicidad se ha convertido en una enfermiza obsesión: cualquier signo de aflicción, cualquier mínimo pesar, cualquier bajón emocional se interpreta casi como la antesala de la depresión. El Prozac empieza a parecerse al soma de Un mundo feliz, y ya lo decía Flaubert: «Para ser crónicamente feliz, uno debe ser también absolutamente estúpido».

La felicidad no sólo ha ascendido a la categoría de ciencia, también a la de industria… «Y en algún lugar hay una compañía farmacéutica trabajando en un nuevo medicamento para hacerte feliz», advierte el psicólogo Ed Diener, coautor de Rethinking happiness (Reevaluando la felicidad). «Hay incluso gente dispuesta a ponerte enemas de ozono para hacerte más feliz».

No es que Ed Diener reniegue a estas alturas de la Psicología Positiva, el campo en el que ha militado durante años junto a Martin Seligman, el celebrado autor de Auténtica Felicidad. Es que de tanto usarla, la esencia del término se ha pervertido, y han surgido por doquier mercaderes de la felicidad, foros de la felicidad, y webs como www.myhappiness.com, donde sólo tienen cabida las noticias felices y las sonrisas al estilo Mona Lisa. Con la felicidad ocurre como con la riqueza, advierte Diener en la revista Newsweek. «Una vez se alcanza un nivel moderado, todos los incrementos pueden ir incluso en detrimento del éxito laboral, de los ingresos e incluso de la participación política», asegura el psicólogo. «Si estás totalmente satisfecho con tu vida y con la marcha del mundo, no sentirás la necesidad de trabajar para cambiar las cosas».

En un estudio publicado en Perspectives on Psychological Science, Diener ha demostrado que los que puntúan ocho en la escala de felicidad tienen más éxito y ganan más dinero que los que se consideran «muy felices» (nueve) o «extremadamente dichosos» (10). Moraleja: cortar de cuajo la infelicidad, como suprimir todo el estrés, puede tener efectos contraproducentes.

«Ser humano significa reaccionar naturalmente con sentimientos de tristeza a los eventos negativos que ocurren en la vida», escribe el psiquiatra neoyorquino Robert Spitzer en el prólogo de The loss of sadness (La pérdidad de la tristeza), otro libro reciente firmado al alimón por Allan Horwitz y Jerome Wakefield. Horwitz y Wakefield acusan a la psiquiatría actual de haber trasformado «la pena normal en trastorno depresivo», y para demostrarlo facilitan el cuestionario de síntomas elaborado de la Comisión Mental de Nueva York. Si usted admite que siente poco interés por las cosas, si duerme mucho o muy poco, si tiene poca energía y apetito y tiene problemas para concentrarse será automáticamente diagnosticado como depresivo, sin importar las circunstancias.

Los dos psiquiatras critican la obsesión por monitorizar y diagnosticar como depresión lo que puede ser un trastorno anímico, causado muchas veces por la muerte de un ser querido, por una separación sentimental, por un problema de salud o por la pérdida de un puesto de trabajo. Horwitz y Wakefield defienden la necesidad de trazar una línea clara entre la tristeza natural -que puede cumplir su función terapéutica- y el trastorno depresivo.


Demasiadas medicinas

Sin negar el efecto devastador de la depresión en las sociedades modernas (la OMS estima que en el 2020 será la segunda causa mundial de bajas laborales), los autores de The loss of sadness proponen un acercamiento más ecuánime a «esa tendencia a la moderna medicalización de los problemas humanos».

«La tristeza es una parte inherente de la condición humana, no un trastorno mental», escriben Horwitz y Wakefield. «Hacer frente a la definición inválida de la depresión en la psiquiatría es también considerar una dolorosa pero importante parte de nuestra humanidad».

Desde una perspectiva menos científica pero más humanista, el profesor de Eric Wilson lanza estos días su personalísimo manifiesto sobre el tema: Against Happiness (Contra la felicidad). Arremete Wilson contra esa «alegría a toda costa», ensalzada por la declaración de independencia y llevada hasta los límites de la hipocresía por la mayoría de sus compatriotas. El 85% de los norteamericanos se consideran felices o muy felices, pero Wilson estima que muchos de ellos confunden la felicidad con la complacencia o con la sonrisa inocua».

Wilson se desmarca con un Elogio de la melancolía (el subtítulo de su opúsculo) y reclama el poder innovador y creativo de ese estado de insatisfacción vital que conocieron Beethoven, Bruce Springsteen o Woody Allen. Ya lo dijo Charles Schulz, el padre putativo de Snoopy: «La felicidad no es divertida».

CARLOS FRESNEDA. Corresponsal de El Mundo, España



"No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita"

1 comentario:

Óscar dijo...

Esta muy bien esta entrada, a mi me ha hecho pensar, y tiene razon...